viernes, 22 de marzo de 2013

Día 5 - At last

"...my lonely days are over and life is like a song..."


Sirva esta inolvidable canción de Etta James para representar en general el día de hoy... Un día de esos de mirar desde la ventana cómo cae la lluvia sin cesar en el exterior... Observar junto a la chimenea el frío y viento que corre por las calles de Dublín... Más o menos eso era en lo que pensábamos todos esta mañana mientras esperábamos que llegase el bus para llevarnos a la atracción más visitada de Irlanda: Guinness Storehouse.


En cuanto empezamos a acercarnos a St. James Gate (dirección de la fábrica cervecera por excelencia) se nos fueron olvidando las inclemencias del tiempo. Lo primero que observas es una factoría erigida en ladrillo y con pinta de llevar allí muuuuuchos años. Y cuál es la sorpresa que uno se lleva al entrar y ver que la renovación interior es increible. Si Guinness no fuera una "másquina bien engrasada" no llevaría tanto tiempo siendo una de las marcas más especiales y reconocidas. Y en la visita te explican las razones de su éxito. Empezando por los ingredientes: cebada, lúpulo, agua y levadura. Pero no cualquiera. Agua que llega pura desde las montañas de Wiclow para no interferir en el peculiar sabor y levadura especial que se guarda ni más ni menos que en la caja fuerte del director. Aparte de eso dicen que hay un quinto ingrediente que es el convencimiento de la familia Guinness en lo que hace. Y que se forjó en el contrato que allá por 1759 firmó Arthur Guinness para arrendar los terrenos en los que se construyó su fábrica durante... ¡¡9000 años!! A eso  lo llamamos confianza en un negocio.


Hemos conocido cómo se fabrica, en qué tipo de barriles se guarda, cómo se transporta... Incluso los anuncios más famosos a través de los cuales se promociona y vende. Además, desde el último piso de la fábrica y con Dublín en el horizonte, nos han invitado a un refresco (la cerveza para cuando se cumplan los 18).

 

Desde ahí y con el tiempo (meteorológico) en nuestra contra, bus hasta Emerald, comida y clases. Los cristales empañados tienen su encanto pero dejan un poso melancólico, como esta canción. Al fin y al cabo estamos dándonos cuenta de que, y parece que fue ayer cuando llegamos, nos quedan poco más de dos días en Irlanda.

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